Si bien Pimentel es un balneario casi de uso exclusivo de chiclayanos, eventualmente se puede ver turistas nacionales o extranjeros.
Por alguna razón que desconozco, no tiene el arraigo turístico que tiene Huanchaco,
para citar un destino similar. Aunque es cierto que no tiene la múltiple oferta
gastronómica y hotelera de Huanchaco. En lo personal, me resulta Pimentel más atractivo,
pero quizás mi opinión este condicionada por mi origen chiclayano.
En mi caso, siempre que pienso en Pimentel vienen a mi mente
los tamales que allí venden. Quizás más de 30 años que los consumo con cierta
frecuencia y cada vez que estoy en Chiclayo, trato de escaparme a Pimentel para
comprar sus sabrosos tamales. No los venden en ninguna tienda, sino en una casa
familiar, donde entiendo se mantiene su producción artesanal. La
casa queda en la calle Lima 457, a unas dos cuadras de la Plaza Principal del
pueblo. Son distintos a cualquier otro que haya probado. Soy tamalero por
naturaleza, me encantan los chinchanos, los limeños, los de Supe, casi
cualquiera que pruebe, pero con larga distancia estos son mis favoritos.
Desde Chiclayo llegar a Pimentel es muy sencillo. En taxi
(de 12 a 15 soles), en auto colectivo (2.5 soles) o en las inefables “combis”.
Es un trayecto corto, de unos 15 minutos. Los principales atractivos de
Pimentel son sus playas y su muelle. Su Plaza Principal, es agradable, pero no
destaca ni amerita una visita, salvo se pase por allí.
La playa esta organizada en 3 malecones, tomando como
referencia el Muelle, el primer malecón hacia la izquierda y el segundo y
tercer malecón hacia la derecha. El segundo y tercer malecón son la zona residencial
más moderna, edificios de apartamentos, algunos restaurantes, pero nada
espectacular. El primer malecón ha sido refaccionado y en día de semana (cuando
hay muy poca gente) es bastante agradable. Se han sembrado palmeras que cuando
crezcan creo le darán una gran belleza a este espacio.
Al final del primer malecón hay una zona de restaurantes a
orillas de la playa, aunque han subido sus precios los últimos años (como toda
la oferta gastronómica en Perú) tienen como principal ventaja el pescado
fresco, extraído por pescadores que aún mantienen sus embarcaciones frente a
ellos, a la orilla del mar.
Visitar el muelle es muy interesante. Ir avanzando por el
mismo y sentir la vibración que el oleaje produce puede ser algo perturbador
para quien no está habituado a algo así. Pero es una experiencia 100% segura.
Al final del muelle hay un pequeño museo de sitio que permite apreciar su historia
en una muestra fotográfica pequeña pero interesante sobre el muelle, el ferrocarril
y la empresa que los construyó.
En los tramos finales del muelle se puede ver pescadores
aficionados que desde el mismo se dedican a la pesca. El extremo final del
muelle, junto al museo de sitio, esta “invadido” por pelicanos. Además, el
muelle sigue siendo utilizado por embarcaciones mayores de pesca. Por momentos
se puede ver el pescado siendo descargado y trasladado hacia la orilla. Es una
experiencia de observación simple, pero interesante, más si uno no está
costumbrado a actividades de este tipo.
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