domingo, 28 de marzo de 2021

North End in Boston

Boston es una coqueta y acogedora ciudad. Con infinitos lugares entrañables. A pesar de ser una ciudad relativamente grande, el ambiente que sentimos en ella fue más el de un pueblo grande que el de una gran ciudad. Nos sentimos cómodos, seguros, felices de poder turistear caminando y descubriendo en casi cada esquina una imagen de postal.

Dedicamos unas horas, una mañana de domingo, para deambular por el North End, uno de los barrios italianos. Sin grandes edificios, sólo bloques de vivienda de pocos pisos, cafeterías y tiendas de delicatesen salpicadas por todos lados. Un ambiente festivo a pesar del día gris.

Lo primero que hicimos fue visitar la The Paul Revere House, una casa del siglo 18 que se conserva tal cual. Es sorprendente descubrir cómo vivían los pobladores americanos en aquellos lejanos años.  Si bien la casa era de un tamaño medio, las comodidades eran básicas y definitivamente la vida debió de haber sido muy dura, de mucho trabajo y austeridad.



Luego deambulamos sin rumbo por las callecitas del North End, llegamos hasta la costa, con unas hermosas vistas del río a pesar del día frío y gris. Luego en algún lugar encontramos una iglesia católica donde pudimos ingresar casi concluyendo la misa. Al salir, el párroco, dando la mano y despidiendo a todos los asistentes, por las fisonomías y biotipo, con seguridad familias italianas de Boston. Fue una imagen distinta a lo que uno espera encontrar en un país tan individualista y despersonalizado como EEUU. La iglesia estaba repleta, todos con elegantes ropas, tanto las mujeres como los varones, estos últimos incluso con sacos o ternos completos.



Seguimos caminando y llegamos al cementerio Copp´s Hill Burying Ground. Pude haberme quedado horas allí, pero el tiempo era escaso. Tumbas desde fines del 1600. Impresionante, algunas lápidas notables, seguro de personas importantes de su tiempo. Hoy es algo cementerio algo parque. Realmente es muy bonito, me encantan los cementerios y uno así vaya que me impacto.

Luego avanzamos un poco más hacia la Old North Church, una antigua y muy pequeña iglesia. Entiendo de las primeras que hubo en Boston. Simple, desprovista de cualquier lujo o adorno. Estimo al estilo y gusto de los puritanos que se asentaron en Boston.

En algún lugar decidimos hacer una escala para un café. Notable, muy bueno, con un par de pequeños bocadillos. En una cafetería simple y pequeña, con no más de 5 mesas. Luego encontramos una tienda de delicatesen, con unos italianos rebosantes de vida y dicharacheros atendiendo. Compramos algunas cosas para traer a Perú y seguimos la ruta.

Dejamos al North End caminando cerca a la orilla del río, con rumbo al Tea Party.

sábado, 20 de marzo de 2021

Puente de Brooklyn y Dumbo

Una de las mejores formas de disfrutar Manhattan es tener una buena perspectiva de su skyline. Hay diversos lugares desde donde se puede tener vistas espectaculares de la majestuosidad de Manhattan. Dumbo, a las orillas del río Hudson, en el lado de Brooklyn, es una de las mejores opciones.

Llegar a Dumbo nos resultó bastante sencillo. Desde el hotel, en el centro de Manhattan (una mala decisión presupuestal, derecho de piso del aprendiz), tomamos el metro hasta la estación Chambers. Creo que fue un tramo en una sola línea, sin intercambio. De hecho, tras errores iniciales, por el temor que despierta la complejidad de la red, pudimos transportarnos con suma facilidad usando el metro de NYC.

En Chambers solo bordeamos el City Hall Park, quizás imperdonable, pero el tiempo siempre faltará en una ciudad como NYC, y es necesario volver y volver. Tras unos hot dogs, empezamos a subir el Puente de Brooklyn, quizás el lugar donde sentimos más la atracción global de la gran manzana. Caminando junto a nosotros había personas seguro de casi todos los países y territorios del globo. Desde inmensos nórdicos hasta negros subsaharianos. Desde latinos como nosotros, hasta musulmanes de largas barbas, hindúes, orientales. Un verdadero encuentro de razas y culturas, todos disfrutando de un icono de la ciudad.

Cruzar el puente a pie es una experiencia fabulosa, creo que cualquier viajero lo debe hacer alguna vez en la vida. Es revivir todo lo leído sobre NYC y rememorar escenas de infinitas películas. Las vistas a Manhattan, Brooklyn y el mismo río Hudson son impagables. Un sueño hecho realidad. Era una media mañana fría, con el viento helado cortando nuestros rostros. Indescriptible sensación.

Al llegar a Brooklyn, por nuestras terribles restricciones de tiempo, sólo habíamos previsto caminar un poco por Dumbo y los parques que se encuentran entre los puentes Brooklyn y Manhattan.

No tengo palabras para describir la majestuosidad de las vistas, frente a nosotros el skyline de Manhattan, a ambos lados los dos inmensos y hermosos puentes. Los parques son lindos, pero lo valioso, trascendente, impresionante, son las vistas que permiten tener. Deambular junto al río y luego entrar por el barrio es una experiencia simplemente fascinante.

Quizás explorar esa pequeña zona de Brooklyn requiera una mañana o una tarde. Pero teníamos tan poco tiempo, que sólo dimos picotazos por sus callecitas repletas de edificios de ladrillos descubiertos. Hermosos. Coquetos.

Por la hora, decidimos almorzar en Dumbo. En alguna callecita, de las tantas llenas de restaurantes y cafés, encontramos uno que nos llamó la atención. Decidimos ingresar. Fue una experiencia notable. El sabor estuvo bueno ni dudarlo, los precios altos. Pero lo más sorprendente y atractivo era el ambiente, desde los mozos, hasta el público que llenaba el local.

Nos sentimos en un set de filmación. En un local lleno de hípsters y todo tipo de representantes de la fauna urbana. En un ambiente libre y sin prejuicios, nos sentimos parte del mundo. A pesar de nuestros atuendos de turistas latinos, sin sofisticación, por un instante fuimos parte de una sociedad rica y distinta.

Tras almorzar, deambulamos unos momentos más por Dumbo. Ya en ruta hacia la estación York St, donde abordamos el metro que nos llevó a Little Italy, un mundo distinto en tan increíble ciudad.

domingo, 14 de marzo de 2021

Abancay

Abancay es una pequeña ciudad del ande peruano. A pesar del crecimiento desordenado de los últimos años, sigue siendo una ciudad acogedora y agradable, de personas amables y con muchos atractivos por descubrir en su entorno.

Hotel de Turistas de Abancay

Salvo la primera vez que la visité, donde paré en ella un par de horas por un bus malogrado, en la ruta entre Lima y Cuzco, las demás oportunidades que he ido han sido por trabajo. Si hay algo que admirar en la ciudad es el entorno eternamente verde de sus montañas andinas circundantes. La zona interesante de la ciudad, desde la perspectiva turística, son los alrededores de su plaza de armas.


La plaza de armas es pequeña, pero acogedora, me recordó algo a la de Salamina en el eje cafetero colombiano. La Iglesia, en uno de sus lados, es muy bonita. No espectacular, pero con encanto pueblerino. Seguro la misma ciudad de Abancay no es un destino turístico por sí misma, pero se puede articular como base para realizar diferentes actividades: visitar el Santuario Nacional del Ampay, canotaje en rápidos cercanos, visitar arqueológicas diversas y, sobre todo, utilizarla de base para excursiones a Choquequirao.

Durante la última visita que realicé, pude disfrutar de los paisajes de su campiña circundante, a pocos minutos del centro de Abancay. Paisajes hermosos, a una altitud óptima para disfrutar de los paisajes andinos, con un clima templado. Creo hay un potencial de articular el turismo vivencial rural con la ciudad.

Los servicios de hotelería y restauración son suficientes para una ciudad pequeña como Abancay. El Hotel de Turistas es precioso, con una arquitectura notable y un servicio de primera. Entiendo está operando a una capacidad baja respecto a su tamaño, y seguro tiene potencial para mejorar y ampliar su nivel de atención.

Para comer hay múltiples lugares, sorprendente en una ciudad tan pequeña, pero siendo el centro administrativo de la región, tiene una población flotante importante de personas que llegan para algún trámite, supongo por eso se aprecian tantos restaurantes, algunos bastante buenos.

Citaré cuatro de ellos. En primer lugar, el Pisonay, el restaurante del Hotel de Turistas, realmente bueno, agradable, clásico, antiguo, tal como me agradan los restaurantes. Sobre la plaza de armas de la ciudad, en una esquina, el Scencias, con una carta variada y muy buen sabor. Lo que más me sorprendió fueron las hamburguesas del Arenas Burger Bar, sobre la avenida del mismo nombre, realmente notables. Finalmente, un lugar tradicional, con comida autóctona, La Cabañita, en la carretera que sale hacia Cuzco, a unos dos kilómetros del centro, un lugar campestre, agradable y de buen sabor.

Bogotá – Ciudad de Museos

Aprovechando las pocas horas disponibles que estuve en Bogotá, pude visitar cuatro museos. Visitas rápidas, de lego, el tiempo era corto y l...