martes, 30 de junio de 2020

Montevideo

Montevideo, capital del Uruguay, es una ciudad apacible y de mediano tamaño. Comparada con otras capitales del continente, una ciudad tranquila y ordenada, con un tráfico suave, sin aspavientos ni congestiones y un excelente sistema de transporte público. Aunque no tiene un metro, los grandes buses que circulan por la ciudad son perfectos para trasladarse cómodamente por ella. La primera vez que la visitamos fuimos en bus desde Colonia del Sacramento, la segunda vez en un auto que arrendamos en Colonia y nos permitió disfrutar con tranquilidad de la ciudad y parte del interior del país.


Montevideo es una ciudad marcada por el Río de la Plata. Desde la Ciudad Vieja, pasando por Punta Carretas y Pocitos se extienden infinitas ramblas que juntan la ciudad con el río. Lugares amplios y tranquilos, que ambas veces que estuvimos en la ciudad tenían a muchas personas disfrutando del sol otoñal o haciendo ejercicios.


En ambas oportunidades, han sido tres los ejes en los que nos hemos movido: el primero de ellos, el eje entre la Ciudad Vieja y el Estadio Centenario y el inmenso parque que lo circunda, el segundo la zona de Punta Carretas y Pocitos, el tercer eje las ramblas que se extienden hasta Carrasco y más allá. Las dos primeras zonas pueden perfectamente caminarse, el camino de las ramblas si requiere un auto pues es una ruta bastante larga.


Quizás la parte más atractiva de la ciudad es la Ciudad Vieja y el Centro. Bellos edificios, principalmente de los siglos XIX y XX, entre los que destacan, sin ninguna duda, el Palacio Salvo y el Teatro Solís, ambos a muy pocas cuadras entre sí, en la zona denominada Centro.  Más allá del Teatro Solís se encuentra lo que se denomina la Ciudad Vieja, que se encuentra en un proceso de puesta en valor. Hay muchos restaurantes, tiendas de artesanía, todo alrededor de la peatonal Sarandí que empieza en la Plaza Matriz y lleva hasta el puerto antiguo.

La zona portuaria es muy interesante, en ella el Mercado del Puerto resulta encantador, con múltiples opciones para comer (aunque los precios son altos). Ambas zonas, la ciudad vieja y el centro se pueden explorar con tranquilidad durante una mañana o tarde. En la Calle Florida, a pocos pasos de la Plaza Independencia hay una tienda de artesanías y souvenirs, regentada por una persona muy mayor (no sé si aún viva) con una oferta muy diversa de pequeñas cosas para comprar a precios muy económicos.


Saliendo de la Plaza Independencia se camina con comodidad por la calle 18 de Julio, el eje central de la ciudad, con bonitos edificios a un lado y al otro. Se puede explorar las laterales. Resulta interesante la fuente de los candados, en la Plaza Juan Pedro Fabini, donde los novios enroscan un candado para jurarse amor eterno. Sugiero recorrerla a pie hasta la Intendencia de Montevideo y desde allí tomar un bus (o un taxi) hasta el Parque del Estadio Centenario, que es muy bonito y amplio. Acá se encuentra el Monumento a la Carreta, que es uno de los iconos de la ciudad. Esta segunda etapa del paseo se acomoda a una tarde (o una mañana).

Otra zona que nos resultó interesante de visitar fue Punta Carreta y Pocitos, donde hay muchos restaurantes de alta gama, con precios medios –altos, pero una gran sazón. Es una zona residencial que resulta interesante para quienes disfrutan de la arquitectura urbana. Se parece mucho Buenos Aires, aunque sin el tráfico ni la desesperación que uno percibe en las calles. El Punta Carretas Shopping es un buen lugar para ir de compras (si se está dispuesto a comprar a altos precios) o sólo a descansar un rato en sus cafés o incluso disfrutar de su cómodo cine.


El paseo por las ramblas en ruta hacia Carrasco y la Ciudad de la Costa si requiere de un tour o un auto pues es bastante largo. Imposible de caminar. Si uno desea disfrutar de las ramblas más próximas al centro de la ciudad es perfecto, todas son lindas y tranquilas, con muchas personas disfrutando de ellas.

Montevideo es una ciudad tranquila. Las personas son muy amables, no hay temor en pedir un dato sobre donde ir y como llegar, todos responden con lujo de detalles y te hacen sentir bienvenido. Algo que, definitivamente, no se puede decir de otras ciudades. La amabilidad de la gente, la belleza urbana de la ciudad y las postales que las ramblas dan del río de la Plata son un perfecto motivo para volver alguna vez más.


Ah, verdad, inolvidable e imperdible, las Empanadas Las Cibeles, en San José 1242, centro de la ciudad, copio lo que postee en el Tripadvisor en caliente luego de visitarla dos veces “Las empanadas son maravillosas y los pasteles deliciosos, el pastel de pollo sublime. En un local antiguo, con un servicio espectacular. Pocas veces nos hemos sentido tan a gusto en un restaurante. Los dos días en Montevideo desayunamos acá, para que buscar más si lo que encontramos fue perfecto. Realmente felicitaciones. Los precios increíbles, la mejor comida en el viaje, al mejor precio posible. Cuando volvamos a Montevideo, seguro volveremos a comer aquí”.


jueves, 25 de junio de 2020

Colonia del Sacramento - Uruguay

Colonia del Sacramento es un encantador pueblo colonial del Uruguay. Es muy fácil llegar desde Buenos Aires y Montevideo. Definitivamente, uno de esos lugares entrañables a los que siempre se quiere volver. Es un asentamiento muy antiguo, entiendo el más antiguo del Uruguay y tiene un pasado de pertenencia a los imperios portugués y español que es apreciable en su arquitectura. Incluso fue invadida por los ingleses durante sus incursiones en el río de la Plata, en los años de la independencia sudamericana.



Desde Buenos Aires se llega en alrededor de una hora con treinta minutos en los ferrys. Entiendo que hay algunos más grandes y lentos, pero los que tomamos las dos veces que fuimos fueron bastante rápidos. En ambas oportunidades sólo estuvimos de paso, en un full day en el pueblo, en ruta hacia Montevideo. La primera vez sólo paseamos a pie, la segunda alquilamos un auto eléctrico que parecía de juguete, perfecto para desplazarnos.



Desde el puerto es posible caminar hacia la zona colonial, son unas pocas cuadras, en un pueblo que es encantador, con gente amable, tráfico reposado y un ambiente calmado que realmente es relajante, más aún llegando (en ambos casos) desde Buenos Aires, que es una ciudad acelerada, de terrible tráfico y personas siempre con la apariencia de ir corriendo.



Recuerdo que la primera vez llegamos poco antes del almuerzo, ya con hambre decidimos hacerlo antes de pasear por la zona colonial. Pedimos sin pensar, en un restaurante en la zona moderna del pueblo, 2 “chivitos”, uno de los platos típicos del Uruguay. Supongo que la persona que nos atendió supuso éramos muy tragones y no nos advirtió sobre su tamaño, uno hubiese sido suficiente para ambos. En la segunda oportunidad paseamos y luego comimos en un restaurante dentro de la zona turística, los platos si eran más razonables en tamaño y realmente ricos. En general las dos veces que hemos ido al Uruguay todo ha estado perfecto, en todos los sentidos.


Creo que hay muy poco que se pueda decir sobre Colonia del Sacramento. Es un lugar pequeño, perfecto para recorrer a pie. La zona turística es como una pequeña punta, y se encuentra rodeada por el río de la Plata en tres de sus frentes. Se puede bajar a la orilla del río en varios puntos del pueblo y, de hecho, la tranquilidad y serenidad del entorno hacen que la experiencia sea de paz y armonía. Hay restaurantes pequeños por acá y por allá, tiendas de souvenirs y algunos bares. Si el presupuesto es holgado, se puede comer, beber y comprar acá. Si el bolsillo va ajustado, es mejor hacerlo en el pueblo moderno, donde los precios son diametralmente distintos.




Recordar mi paso por Colonia del Sacramento me hace desear volver. Seguiré explorando ofertas de vuelos a Buenos Aires y desde allí seguro doy el salto. Aunque hay tantos lugares por conocer, creo que volver a disfrutar del Uruguay es una excelente opción. Desde Perú es mucho más barato volar a Buenos Aires y así se puede visitar esta fascinante ciudad y a la vez un entrañable país como el Uruguay en el mismo viaje.


lunes, 22 de junio de 2020

Evanston - Chicago

Cuando, en una conversación informal en la oficina, comenté que iría a Chicago, uno de mis colegas me indicó que, si tenía tiempo disponible, debía ir a Evanston, donde queda la Northwestern University, donde él había seguido unos cursos. Nos comentó que era un suburbio muy bello de la ciudad. Me dio las instrucciones para llegar, algo bastante simple, utilizando el excelente servicio de Metro de Chicago.


Llegamos a Chicago hacia medio día, poco después de la 1.30 estábamos ya en el hotel. Una línea del metro nos llevó desde el aeropuerto O’Hare al centro de la ciudad. Nos dejó en el loop, allí tomamos otra línea y 2 ó 3 estaciones luego, bajamos y caminamos al hotel, que estaba a pocas cuadras de allí. Nos registramos, nos duchamos y sobre la marcha salimos hacia Evanston. La ruta inversa. Salimos del hotel, fuimos a la Estación del Metro cercana, tomamos uno hacia el Loop y en este hicimos transbordo a la línea que nos llevaba a Evanston. Luego, me enteré que Metra también nos hubiera trasladado a Evanston, su estación se encuentra a pocos pasos del hotel donde nos quedamos. Ya habrá oportunidad de viajar en esos hermosos trenes de dos niveles.


A pesar de ser parte del infinito conurbano de Chicago, Evanston es un pueblo con un ambiente distinto. Muy poco tráfico, vida apacible, hermosas e inmensas residencias. Tras bajar en la Estación Davis, caminamos unas pocas cuadras por un hermoso pueblo americano. Encontramos donde almorzar (ya era bastante tarde). El restaurante acogedor, de comida árabe, precios muy buenos para un peruano. Tuvimos un sabroso almuerzo, con una amable atención, a pesar de nuestras limitaciones con el inglés.


Luego empezamos a caminar y nos dirigimos a la Northwestern University, cuyo campus es totalmente abierto, de libre acceso. Sin darnos cuenta ya estábamos dentro, disfrutando su fascinante arquitectura. Caminamos por acá y por allá, nos sentimos unos universitarios más.


La universidad tiene un área de residencias para sus docentes, inmensas y bellas casas, realmente debe ser un lugar perfecto para vivir. Además, se encuentra junto al lago Michigan, con preciosas vistas. Las áreas verdes son muy amplias. Fuimos a mediados de primavera y todo estaba empezando a reverdecer, dejando atrás el crudo invierno de la zona. Caminamos por la universidad, salimos (o no salimos, no lo sé) y seguimos caminando como yendo hacia el centro del que parecía muy lejano Chicago.


Finalmente, cuando empezaba a anochecer, decidimos tomar el metro de retorno. El viaje es de más de una hora hasta el centro de la ciudad y estábamos bastante cansados, pero felices todos. La belleza del pueblo nos trasladó a otra época, otro mundo. Abordamos el Metro de retorno en la estación Main. Casi vacío hasta Chicago, pues a esa hora el flujo de traslado es contrario, con gente saliendo de la ciudad luego del trabajo y retornando a sus hogares en los suburbios.



Debo reconocer que nos asustamos un poco en el Metro. Había algunos homeless sobre el mismo. Pero ninguno de ellos fue ni agresivo ni intento pedirnos nada. Pero igual, cómo no estábamos acostumbrados a una experiencia así, fue un poco chocante. Al llegar a Chicago, en el Loop hicimos el transbordo a la línea que nos llevaría al hotel, donde llegamos a dormir placenteramente.


sábado, 20 de junio de 2020

De paseo por el río Chicago

Antes de viajar a Chicago, en la página Tripadvisor y en otras fuentes en internet, indagué sobre las actividades turísticas que debíamos realizar en la ciudad. Una de las opciones muy recomendadas era un paseo en lancha por el río Chicago, un tour que empieza y concluye en el Navy Pier. Había múltiples alternativas de paseos en bote, de diverso tiempo y costo, en el río y en el lago. Diversos paseos en el río, y desde paseos diurnos por el Lago Michigan, hasta cenas románticas en el mismo, de todo un poco. Finalmente, por restricciones de tiempo y presupuesto, escogimos la más barata, que era un paseo de poco más de una hora en el Río Chicago.




Tras pasear en la rueda de Chicago ubicada en el Navy Pier y almorzar en el patio de comidas, fuimos al embarcadero y empezamos el tour. El mismo es simple, un ida y vuelta por el río Chicago. Se “pierden” algunos minutos en la exclusa en la que se eleva el bote para entrar al río. De hecho, al río se le cambió el sentido. Antes desembocaba en el lago y ahora fluye hacia el Misisipi. Una solución sanitaria que sirvió también para el transporte de carga.





El recorrido es corto, poco más de una hora. Los minutos que se gastan en la exclusa son pocos y, de hecho, para quien no ha vivido una experiencia de ese tipo, algo interesante. Saliendo del lago, los primeros metros del recorrido, se discurre junto el Chicago RiverWalk, una zona de parques rivereños que van desde el Lago Michigan hasta la altura de la Trump Tower de Chicago. Hay muchos edificios interesantes en el camino, realmente maravillas de la arquitectura de rascacielos. De diversas épocas y diferentes alturas, una delicia para quien disfruta el turismo urbano.



Luego de juntarse con el North Chicago River, el recorrido sigue hacia el sur, se pasa la Torre Willis, de la que se tienen hermosas vistas y se llega hasta una zona industrial y ferroviaria, para mí, también muy interesante. A esa altura el bote da vuelta y empieza el retorno.




En el camino hay muchos puentes levadizos, uno en cada calle que cruza el río. De ida todos estaban abajo y, por lo que nos comentó la guía, es extraño que se levanten. De regreso, tras pasar la confluencia del North Chicago, empezamos a seguir un velero que si requería que los puentes levadizos se levanten. Algo totalmente imprevisto, que fue una experiencia hasta increíble, ver los pesados y antiguos puentes de hierro levantarse fue impagable.




Chicago es una ciudad tan interesante que seguro volveré, al menos eso espero. Y estando allá, pasear nuevamente por el río es algo que resulta para mi ineludible. Supongo llegado el momento investigaré sobre tours y tomaré uno más largo.


martes, 9 de junio de 2020

Grant Park Chicago

Chicago es una hermosa ciudad. Lo poco que pudimos explorarla nos resultó fascinante. Caminar entre sus edificios del centro, dentro del Loop, es una experiencia increíble. Hoy recordaré uno de los recorridos que me resultó muy agradable, caminar por el malecón, junto al Lago Michigan, entre el Shedd Aquarium y el Navy Pier. Entiendo que toda la larga secuencia de parques tiene distintos nombres, pero, para todo efecto, el Grant Park es el más grande En el extremo sur del área de parques se encuentra el Shedd Aquarium y unas cuadras más allá del extremo norte de la zona de parques, se puede acceder al Navy Pier.


Entrando al Grant Park

El Shedd Aquarium es el acuario más grande e interesante que he visitado. En una visita tan corta a la ciudad, tuvimos que correr para recorrerlo lo mejor posible, pero con tiempo y tranquilidad es una visita de, al menos, medio día completo. El ingreso no es barato, pero creo que vale la pena. Cuando fuimos nos enteramos de la tarifa estando allí, debo reconocer que me dolió un poco pagar, pero valió la pena. La experiencia es interesante, con una muestra de fauna marina simplemente increíble, con especies de las que no tenía la menor idea de su existencia. La presentación es muy buena y vale cada dólar pagado.




Al salir del Shedd Aquarium, uno se encuentra en un gran área libre, con bellas vistas hacia la ciudad y el lago. Caminar entre el parque y el lago es una muy grata experiencia. Aproximadamente a la mitad del Grant Park, se encuentra la famosa Buckingham Fountain, uno de los íconos de la ciudad. De hecho, recuerdo entrañablemente la serie Matrimonio con Hijos, en la que esta fuente era una de las imágenes centrales de la presentación. Los antiguos edificios que circundan el parque, especialmente a la altura de la fuente son realmente preciosos.




Siguiendo hacia el norte, ya en el Millenium Park, que es la continuación del Grant Park, se encuentra otro de los íconos de la ciudad. La Cloud Gate, aunque para ser sincero, la conocía simplemente como el fréjol. Es quizás el punto con más afluencia del parque y definitivamente el lugar donde todos los visitantes quieren tomarse una foto.


Siguiendo por el malecón, cruzando el río Chicago, se encuentra la Navy Pier, donde se encuentra la rueda de Chicago, hay un patio de comidas, algunos restaurantes interesantes y se toman los botes turísticos que entran por el río Chicago y permiten tener una maravillosa vista de la ciudad. Si mal no recuerdo, en la Navy Pier fue la sede de la Exposición Mundial de Chicago de 1893.


Uno de las maravillas de la ingeniería que uno aprende en la ciudad, es que el río Chicago desembocaba en el lago Michigan. Pero, con el objeto de evitar la contaminación del Lago, le cambiaron la dirección del flujo de agua para que termine desembocando, tras una serie de canales, en el río Misisipi. Por tal motivo se trabajó un sistema de exclusas y otros equipamientos hidráulicos que cambiaron el curso del agua. La solución sanitaria en un inicio, terminó siendo también un importante eje vial de carga, permitiendo la llegada de barcazas al Misisipi y, a través de este río, llevar la carga hasta el Golfo de México.


sábado, 6 de junio de 2020

Huyendo del Huracán Matthew

Entre el 30 de setiembre y el 14 de octubre del año 2016 hicimos nuestro primer viaje familiar a Estados Unidos. Fue un viaje muy largo, que tenía como destinos principales Denver, para visitar unos excelentes amigos, Tallahassee para visitar familiares y Orlando. Además, habíamos previsto visitar San Agustín, Savannah y Charleston. En febrero de ese año, nos habían dado la visa para los Estados Unidos y desde ese momento dediqué muchos días en la planificación del viaje.

Revisé mapas, coticé hoteles. Investigué destinos. Intenté tener un viaje que combine lo más armoniosamente posible los intereses de mis hijos (Orlando), con los de mi madre (Tallahassee) y los míos (las ciudades históricas). Desde nuestra partida de Chiclayo, el 30 de setiembre tuvimos percances de diversa índole. Todos ellos nos hicieron disfrutar el viaje mucho más allá de lo planificado.

Suelo ser metódico y ordenado en la programación de lo que hago. Pero la aventura que vivimos durante el viaje superó largamente lo previsto. Y, de hecho, hoy recordé nuestra experiencia huyendo del Huracán Matthew, que fue algo que (aunque sea cruel decirlo) me resultó especialmente interesante. Hubo infinitos destrozos por causa del Huracán, pero vaya si para nosotros fue una aventura. Lamento todos los daños ocasionados y el dolor de las familias de las víctimas. Hoy sólo quiero centrarme en mi experiencia personal.

Tras diversos percances, llegamos a Orlando (por segunda vez, para iniciar nuestro periplo por Georgia y Florida) pasado el mediodía del 05 de octubre. Tomamos la minivan que había arrendado (éramos una tropa de viaje), salimos del aeropuerto y tomamos la autopista 528, con dirección a la interestatal 95, que nos llevaría hacía nuestro primer destino: San Agustín.

En Panamá, donde habíamos hecho escala (y perdido un vuelo) habíamos escuchado de Matthew, pero no le dimos importancia. Seguimos las noticias en Denver, en casa de nuestros amigos, pero igual no le dimos mayor relevancia. El vuelo de Denver a Orlando fue plácido y en hora. Nos tomó bastante tiempo tomar la minivan (y me tomó buen tiempo entender como conducirla). Pero ya al salir del inmenso aeropuerto, era feliz.

Al tomar las 528 sentí que algo estaba mal. Éramos casi los únicos viajeros en ruta hacia el este. Miles de autos en sentido contrario, hacia el oeste y nosotros solos, dueños de la pista. Me pasé un peaje sin pagar y me aterré, ya me imaginaba preso. Luego otro igualmente abierto y la sensación de que algo andaba mal se hacía mayor. Era extraño ser los únicos en ruta hacia el este y todos en sentido contrario.

Ya en la 95 paramos en un KFC a la altura de Tittusville, donde vimos al personal protegiendo las ventanas con madera. Le pedí a mi hija que investigara. Ella habla perfectamente el inglés, yo sólo puedo balbucear e indicar con el dedo lo que deseo comer. Tras su indagación regresó algo pálida y me dijo “papá viene el huracán”. Mi mamá y mi madrina entraron en crisis. Comimos y seguimos en ruta hacia San Agustín.

Había previsto sólo una noche en San Agustín. En el camino nos alcanzó una lluvia terrible, que en Perú sólo la había vivido, por pocos minutos, en Moyobamba. Descubrí que el limpiaparabrisas tenía 5 ó 6 velocidades y fui jugando como nene con juguete nuevo. Al llegar al hotel nos dijeron que podríamos dormir allí. Pero que tendríamos que partir antes de las 7am, pues había orden de evacuación.

Igual dormí como un lirón. Pero mi familia pasó la noche en diferentes estados de tensión. Por lo que me contaron, llovió torrencialmente toda la noche y por momentos las ráfagas de viento eran hasta terribles (y el ojo del huracán estaba quizás a unos 200kms hacia el sur). Por lo que entendí había cambiado su destino de Miami a Daytona Beach, por lo que dormí en paz.

Partimos de acuerdo con lo requerido, a primera hora. No visitamos San Agustín, pues el hotel estaba al ingreso de la ciudad. Volvimos a la 95 y seguimos ruta a Savannah. Como soy absolutamente negado para la tecnología no sabía cómo utilizar la radio. Todo el camino pensé que disfrutaríamos de Savannah. La lluvia era terrible, por momentos era necesario usar la 6ta velocidad del limpiaparabrisas, pero igual la enorme autopista era una ruta perfecta.

Al llegar a Savannah en el hotel nos dijeron que podríamos (si queríamos) descansar sin costo un par de horas y que luego debíamos partir. El bendito huracán se había desviado y el destino en ese momento era Savannah. Pregunté si podríamos ir hacia Charleston y nos dijeron que no. Que también había orden de evacuar esa ciudad. La opción que nos dieron era ir hacia Macon o Atlanta, siguiendo la autopista 16. Pensé aprovechar la oferta y descansar un par de horas, pero la mayoría femenina me obligó a partir inmediatamente.

Salimos en procesión por la autopista 16. La velocidad promedio no superaba las 20 millas por hora. El viaje se hacía interminable. Todos hacia el oeste, nadie en los carriles hacía el este. Las horas avanzaban y el hambre y aburrimiento hacían estragos. Decidí, salir en uno de los desvíos y llegamos a un pequeño pueblo llamado Adrian, básicamente una iglesia y una oficina de correos y quizás 50 casas dispersas. Decidí ir hacia Dublín, una ciudad cercana, donde si había muchos hoteles, preguntamos en casi todos, llenos, sin cupo para nadie.

En ese momento empezó la odisea. Almorzamos allí en un Subway, compramos pringles y bebidas, y algo más en un grifo, luego emprendimos una ruta que supuestamente nos llevaría hasta Tallahassee. Partimos de Dublín por un camino vecinal, el 441. Luego fuimos divagando por diversos pueblos. En todos ellos encontramos personas amables, pero ningún alojamiento disponible. Recuerdo un pueblo con una fábrica antigua de Cocacola que era una postal impresionante. Debí tomarle una foto y sería la mejor foto de mi vida, pero nada. La premura era encontrar donde pasar la noche.

En un pueblo nos dijeron que había albergue de emergencia en un campo de golf. Fuimos y sólo había una habitación donde podían entrar 4 personas. Dos tendríamos que dormir en la minivan. Me pareció perfecto. Eran como las 6 ó 7pm ya y estaba cansado. Tenía ya cerca de 12 horas manejando. No hubo consenso y seguimos en ruta.

Recuerdo haber pasado por Occilla y llegado hacia las 10pm a Tifton. Una ciudad intermedia, con decenas de hoteles sobre la autopista 75. Preguntamos en unos 10. Todos llenos. En la búsqueda, me equivoqué de camino y me metí a un cementerio. Tras maniobrar sobre varias tumbas logré salir. Decidimos ir hacia Tallahassee donde supuestamente llegaríamos hacia las 3am.

Iba manejando casi sin parar desde las 7am, cuando partimos de San Agustin. A unos minutos de Tifton, poco antes de Norman Park encontramos una construcción enorme, que nos pareció un campo de golf. Hicimos una última parada, ya sin esperanzas. Y, oh sorpresa, había habitaciones disponibles. Era una casa de retiros de la Iglesia Baptista (si mal no recuerdo) y estaban alojando personas que huían de la costa, donde el Huracán impactaría con mayor potencia.

Nos dijeron que eran baños compartidos, pero en ese momento ya poco nos interesó. Si el ingreso era similar a un campo de golf, los “galpones” donde estaban las habitaciones, parecían una prisión. Mi madrina, que algo sabía leer en inglés, mientras nos registrábamos, había leído dos placas recordatorias, donde se informaba en el año 1900 algo el local se había incendiado y murieron unas 20 personas. Que en el año 1950 y algo un loco había ocasionado otro incendio y habían muerto unas 30 personas.

Entre lo tétrico del local y la historia de los dos incendios y las decenas de muertos que mi tía nos narró, todas (menos yo y mi hijo de 8 años) casi ni durmieron. Cuando nos instalaron en las habitaciones, era un galpón semi vacío. De tres pisos, en el segundo donde nos quedamos sólo nuestras 2 habitaciones, frente a frente, se encontraban ocupadas en ese momento. Al despertar, todas las habitaciones llenas. En una habitación a dos puertas, otra familia de latinos como nosotros y en todas las demás sólo familias de negros.

A pesar de no entender su inglés. El poco contacto que tuvimos fue en términos cordiales. En ese momento, todos éramos refugiados y todos teníamos el mismo temor. Ellos refugiados en su propio país, nosotros foráneos refugiados en una Georgia que no habíamos previsto conocer.

Al despertar, hacia las 9am del día siguiente, nos alistamos y fuimos a tomar el desayuno. Fue una experiencia increíble. Algunas decenas de voluntarios, todos blancos caucásicos, atendiéndonos a nosotros (latinos) y a los negros hospedados junto a nosotros. He viajado a EEUU ya 5 veces, pero nunca he disfrutado un desayuno así de variado. Sólo la mesa de tocinos tenía unas 5 variedades distintas. Mi hijo aún lo recuerda con los ojos brillando de gula.

Matthew cambió nuestros planes. Pero nos permitió recorrer una Georgia amable y fuera de cualquier circuito turístico. Luego de despertar fuimos a Albany y recorrimos algunos coquetos pueblos, antes de arribar al final de la tarde a Tallahassee. El cambio de planes nos permitió también conocer Montgomery, pero esa es otra historia.


Bogotá – Ciudad de Museos

Aprovechando las pocas horas disponibles que estuve en Bogotá, pude visitar cuatro museos. Visitas rápidas, de lego, el tiempo era corto y l...