Cuando, en
una conversación informal en la oficina, comenté que iría a Chicago, uno de mis
colegas me indicó que, si tenía tiempo disponible, debía ir a Evanston, donde
queda la Northwestern University, donde él había seguido unos cursos. Nos
comentó que era un suburbio muy bello de la ciudad. Me dio las instrucciones
para llegar, algo bastante simple, utilizando el excelente servicio de Metro de
Chicago.
Llegamos a Chicago
hacia medio día, poco después de la 1.30 estábamos ya en el hotel. Una línea
del metro nos llevó desde el aeropuerto O’Hare al centro de la ciudad. Nos dejó
en el loop, allí tomamos otra línea y 2 ó 3 estaciones luego, bajamos y
caminamos al hotel, que estaba a pocas cuadras de allí. Nos registramos, nos
duchamos y sobre la marcha salimos hacia Evanston. La ruta inversa. Salimos del
hotel, fuimos a la Estación del Metro cercana, tomamos uno hacia el Loop y en
este hicimos transbordo a la línea que nos llevaba a Evanston. Luego, me enteré
que Metra también nos hubiera trasladado a Evanston, su estación se encuentra a
pocos pasos del hotel donde nos quedamos. Ya habrá oportunidad de viajar en
esos hermosos trenes de dos niveles.
A pesar de
ser parte del infinito conurbano de Chicago, Evanston es un pueblo con un ambiente
distinto. Muy poco tráfico, vida apacible, hermosas e inmensas residencias. Tras
bajar en la Estación Davis, caminamos unas pocas cuadras por un hermoso pueblo
americano. Encontramos donde almorzar (ya era bastante tarde). El restaurante
acogedor, de comida árabe, precios muy buenos para un peruano. Tuvimos un
sabroso almuerzo, con una amable atención, a pesar de nuestras limitaciones con
el inglés.
Luego
empezamos a caminar y nos dirigimos a la Northwestern University, cuyo campus
es totalmente abierto, de libre acceso. Sin darnos cuenta ya estábamos dentro, disfrutando
su fascinante arquitectura. Caminamos por acá y por allá, nos sentimos unos
universitarios más.
La
universidad tiene un área de residencias para sus docentes, inmensas y bellas
casas, realmente debe ser un lugar perfecto para vivir. Además, se encuentra
junto al lago Michigan, con preciosas vistas. Las áreas verdes son muy amplias.
Fuimos a mediados de primavera y todo estaba empezando a reverdecer, dejando atrás el crudo invierno de la zona. Caminamos
por la universidad, salimos (o no salimos, no lo sé) y seguimos caminando como
yendo hacia el centro del que parecía muy lejano Chicago.
Finalmente,
cuando empezaba a anochecer, decidimos tomar el metro de retorno. El viaje es
de más de una hora hasta el centro de la ciudad y estábamos bastante cansados,
pero felices todos. La belleza del pueblo nos trasladó a otra época, otro
mundo. Abordamos el Metro de retorno en la estación Main. Casi vacío hasta
Chicago, pues a esa hora el flujo de traslado es contrario, con gente saliendo
de la ciudad luego del trabajo y retornando a sus hogares en los suburbios.
Debo
reconocer que nos asustamos un poco en el Metro. Había algunos homeless sobre
el mismo. Pero ninguno de ellos fue ni agresivo ni intento pedirnos nada. Pero
igual, cómo no estábamos acostumbrados a una experiencia así, fue un poco
chocante. Al llegar a Chicago, en el Loop hicimos el transbordo a la línea que nos
llevaría al hotel, donde llegamos a dormir placenteramente.
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