Entre el 30
de setiembre y el 14 de octubre del año 2016 hicimos nuestro primer viaje familiar
a Estados Unidos. Fue un viaje muy largo, que tenía como destinos principales
Denver, para visitar unos excelentes amigos, Tallahassee para visitar
familiares y Orlando. Además, habíamos previsto visitar San Agustín, Savannah y
Charleston. En febrero de ese año, nos habían dado la visa para los Estados
Unidos y desde ese momento dediqué muchos días en la planificación del viaje.
Revisé
mapas, coticé hoteles. Investigué destinos. Intenté tener un viaje que combine
lo más armoniosamente posible los intereses de mis hijos (Orlando), con los de
mi madre (Tallahassee) y los míos (las ciudades históricas). Desde nuestra
partida de Chiclayo, el 30 de setiembre tuvimos percances de diversa índole.
Todos ellos nos hicieron disfrutar el viaje mucho más allá de lo planificado.
Suelo ser
metódico y ordenado en la programación de lo que hago. Pero la aventura que
vivimos durante el viaje superó largamente lo previsto. Y, de hecho, hoy
recordé nuestra experiencia huyendo del Huracán Matthew, que fue algo que
(aunque sea cruel decirlo) me resultó especialmente interesante. Hubo infinitos
destrozos por causa del Huracán, pero vaya si para nosotros fue una aventura. Lamento
todos los daños ocasionados y el dolor de las familias de las víctimas. Hoy
sólo quiero centrarme en mi experiencia personal.
Tras diversos
percances, llegamos a Orlando (por segunda vez, para iniciar nuestro periplo
por Georgia y Florida) pasado el mediodía del 05 de octubre. Tomamos la minivan
que había arrendado (éramos una tropa de viaje), salimos del aeropuerto y
tomamos la autopista 528, con dirección a la interestatal 95, que nos llevaría
hacía nuestro primer destino: San Agustín.
En Panamá,
donde habíamos hecho escala (y perdido un vuelo) habíamos escuchado de Matthew,
pero no le dimos importancia. Seguimos las noticias en Denver, en casa de nuestros
amigos, pero igual no le dimos mayor relevancia. El vuelo de Denver a Orlando
fue plácido y en hora. Nos tomó bastante tiempo tomar la minivan (y me tomó
buen tiempo entender como conducirla). Pero ya al salir del inmenso aeropuerto,
era feliz.
Al tomar
las 528 sentí que algo estaba mal. Éramos casi los únicos viajeros en ruta
hacia el este. Miles de autos en sentido contrario, hacia el oeste y nosotros
solos, dueños de la pista. Me pasé un peaje sin pagar y me aterré, ya me
imaginaba preso. Luego otro igualmente abierto y la sensación de que algo
andaba mal se hacía mayor. Era extraño ser los únicos en ruta hacia el este y
todos en sentido contrario.
Ya en la 95
paramos en un KFC a la altura de Tittusville, donde vimos al personal
protegiendo las ventanas con madera. Le pedí a mi hija que investigara. Ella
habla perfectamente el inglés, yo sólo puedo balbucear e indicar con el dedo lo
que deseo comer. Tras su indagación regresó algo pálida y me dijo “papá viene
el huracán”. Mi mamá y mi madrina entraron en crisis. Comimos y seguimos en
ruta hacia San Agustín.
Había
previsto sólo una noche en San Agustín. En el camino nos alcanzó una lluvia
terrible, que en Perú sólo la había vivido, por pocos minutos, en Moyobamba. Descubrí
que el limpiaparabrisas tenía 5 ó 6 velocidades y fui jugando como nene con
juguete nuevo. Al llegar al hotel nos dijeron que podríamos dormir allí. Pero
que tendríamos que partir antes de las 7am, pues había orden de evacuación.
Igual dormí
como un lirón. Pero mi familia pasó la noche en diferentes estados de tensión. Por
lo que me contaron, llovió torrencialmente toda la noche y por momentos las
ráfagas de viento eran hasta terribles (y el ojo del huracán estaba quizás a
unos 200kms hacia el sur). Por lo que entendí había cambiado su destino de
Miami a Daytona Beach, por lo que dormí en paz.
Partimos de
acuerdo con lo requerido, a primera hora. No visitamos San Agustín, pues el
hotel estaba al ingreso de la ciudad. Volvimos a la 95 y seguimos ruta a
Savannah. Como soy absolutamente negado para la tecnología no sabía cómo utilizar
la radio. Todo el camino pensé que disfrutaríamos de Savannah. La lluvia era
terrible, por momentos era necesario usar la 6ta velocidad del
limpiaparabrisas, pero igual la enorme autopista era una ruta perfecta.
Al llegar a
Savannah en el hotel nos dijeron que podríamos (si queríamos) descansar sin
costo un par de horas y que luego debíamos partir. El bendito huracán se había
desviado y el destino en ese momento era Savannah. Pregunté si podríamos ir
hacia Charleston y nos dijeron que no. Que también había orden de evacuar esa
ciudad. La opción que nos dieron era ir hacia Macon o Atlanta, siguiendo la
autopista 16. Pensé aprovechar la oferta y descansar un par de horas, pero la
mayoría femenina me obligó a partir inmediatamente.
Salimos en
procesión por la autopista 16. La velocidad promedio no superaba las 20 millas
por hora. El viaje se hacía interminable. Todos hacia el oeste, nadie en los
carriles hacía el este. Las horas avanzaban y el hambre y aburrimiento hacían
estragos. Decidí, salir en uno de los desvíos y llegamos a un pequeño pueblo
llamado Adrian, básicamente una iglesia y una oficina de correos y quizás 50
casas dispersas. Decidí ir hacia Dublín, una ciudad cercana, donde si había
muchos hoteles, preguntamos en casi todos, llenos, sin cupo para nadie.
En ese
momento empezó la odisea. Almorzamos allí en un Subway, compramos pringles y bebidas,
y algo más en un grifo, luego emprendimos una ruta que supuestamente nos
llevaría hasta Tallahassee. Partimos de Dublín por un camino vecinal, el 441.
Luego fuimos divagando por diversos pueblos. En todos ellos encontramos
personas amables, pero ningún alojamiento disponible. Recuerdo un pueblo con
una fábrica antigua de Cocacola que era una postal impresionante. Debí tomarle
una foto y sería la mejor foto de mi vida, pero nada. La premura era encontrar
donde pasar la noche.
En un
pueblo nos dijeron que había albergue de emergencia en un campo de golf. Fuimos
y sólo había una habitación donde podían entrar 4 personas. Dos tendríamos que
dormir en la minivan. Me pareció perfecto. Eran como las 6 ó 7pm ya y estaba
cansado. Tenía ya cerca de 12 horas manejando. No hubo consenso y seguimos en
ruta.
Recuerdo
haber pasado por Occilla y llegado hacia las 10pm a Tifton. Una ciudad
intermedia, con decenas de hoteles sobre la autopista 75. Preguntamos en unos
10. Todos llenos. En la búsqueda, me equivoqué de camino y me metí a un cementerio.
Tras maniobrar sobre varias tumbas logré salir. Decidimos ir hacia Tallahassee
donde supuestamente llegaríamos hacia las 3am.
Iba
manejando casi sin parar desde las 7am, cuando partimos de San Agustin. A unos
minutos de Tifton, poco antes de Norman Park encontramos una construcción
enorme, que nos pareció un campo de golf. Hicimos una última parada, ya sin
esperanzas. Y, oh sorpresa, había habitaciones disponibles. Era una casa de
retiros de la Iglesia Baptista (si mal no recuerdo) y estaban alojando personas
que huían de la costa, donde el Huracán impactaría con mayor potencia.
Nos dijeron
que eran baños compartidos, pero en ese momento ya poco nos interesó. Si el
ingreso era similar a un campo de golf, los “galpones” donde estaban las
habitaciones, parecían una prisión. Mi madrina, que algo sabía leer en inglés,
mientras nos registrábamos, había leído dos placas recordatorias, donde se
informaba en el año 1900 algo el local se había incendiado y murieron unas 20
personas. Que en el año 1950 y algo un loco había ocasionado otro incendio y
habían muerto unas 30 personas.
Entre lo
tétrico del local y la historia de los dos incendios y las decenas de muertos que
mi tía nos narró, todas (menos yo y mi hijo de 8 años) casi ni durmieron.
Cuando nos instalaron en las habitaciones, era un galpón semi vacío. De tres
pisos, en el segundo donde nos quedamos sólo nuestras 2 habitaciones, frente a
frente, se encontraban ocupadas en ese momento. Al despertar, todas las habitaciones
llenas. En una habitación a dos puertas, otra familia de latinos como nosotros y
en todas las demás sólo familias de negros.
A pesar de
no entender su inglés. El poco contacto que tuvimos fue en términos cordiales.
En ese momento, todos éramos refugiados y todos teníamos el mismo temor. Ellos
refugiados en su propio país, nosotros foráneos refugiados en una Georgia que
no habíamos previsto conocer.
Al
despertar, hacia las 9am del día siguiente, nos alistamos y fuimos a tomar el
desayuno. Fue una experiencia increíble. Algunas decenas de voluntarios, todos
blancos caucásicos, atendiéndonos a nosotros (latinos) y a los negros
hospedados junto a nosotros. He viajado a EEUU ya 5 veces, pero nunca he
disfrutado un desayuno así de variado. Sólo la mesa de tocinos tenía unas 5
variedades distintas. Mi hijo aún lo recuerda con los ojos brillando de gula.
Matthew cambió
nuestros planes. Pero nos permitió recorrer una Georgia amable y fuera de cualquier
circuito turístico. Luego de despertar fuimos a Albany y recorrimos algunos
coquetos pueblos, antes de arribar al final de la tarde a Tallahassee. El
cambio de planes nos permitió también conocer Montgomery, pero esa es otra
historia.
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