Unos años atrás decidimos visitar el Eje Cafetero en
Colombia. Volamos a Bogotá, tras un par de días en la ciudad y su entorno, enlazamos
a Medellín, arrendamos un auto y empezamos la travesía. El inicio del viaje fue
un infierno en la ruta. Teniendo en cuenta la distancia (167Kms), supuse que el
viaje duraría poco más de 4 horas, considerando las rutas de montaña y
eventuales paradas en el camino.
Salón Principal de Casa Carola B&B |
Sólo la salida de Medellín, desde el Poblado, donde nos entregaron el auto, nos tomó más de dos horas, en medio de un tráfico que ni en el peor momento limeño he experimentado. Luego una hora de procesión por una estrecha carretera de montaña, llena de enormes camiones, hasta un poco más allá de Versalles y finalmente unas tres horas ya con pista libre algo libre hasta llegar a Salamina. El último tramo, saliendo de la carretera 25 en el pueblo El Rodeo, fue una aventura nocturna por un zigzagueante y ascendente camino vecinal que nos llevó hasta el pueblo de La Merced, una postal de la zona cafetera colombiana, con la plaza llena de caficultores y muchos, pero muchos jeeps Willys. Hubiera sido perfecto detenernos y disfrutar de tan bella postal viviente, pero era ya muy tarde y desconocía el tiempo faltante a Salamina.
Parque Principal |
El descenso hasta el río fue en una pista de tierra, agradezco a Dios no haya llovido esos días pues no soy un piloto experto y el auto arrendado era bastante malo y con muy poca potencia. El último tramo, luego de cruzar el río, fue un ligero ascenso hacia Salamina fue ya en una pista asfaltada. Partimos de Medellín poco antes de las 4pm, llegamos a Salamina alrededor de las 10pm. Esa noche, tras dejar las cosas en el hotel, sólo salimos a buscar donde comer, recorriendo de paso un pueblo pequeño pero muy agradable.
Iglesia Inmaculada Concepción |
Encontramos finalmente un local a punto de cerrar, pero amablemente decidieron atendernos. Cenamos algo ligero y volvimos al hospedaje. Nos alojamos en Casa Carola B&B, un encantador albergue, habilitado en una antigua casona familiar. Fue una noche mágica y de época. Atendidos por el propietario, quien nos comentó era tataranieto de los paisas que llegaron a colonizar la zona. Fue un magnifico guía, tanto en el interior de su hermosa casa como en los tips del pueblo. Si hay algo que recuerdo con cariño y añoranza es el desayuno, que ha sido unos de los mejores de mi vida, sino el mejor. Múltiples variedades de panes (inolvidable del pan de bono), huevos, un perfecto café de la zona, mantequilla, mermeladas, todo ello en un comedor de época y mobiliario de antaño. Simplemente perfecto. Entiendo que el hospedaje cerró. Lo que lamento mucho pues Salamina es uno de los destinos donde deseo volver y cuando lo haga me encantaría hospedarme en el mismo albergue.
Calles del pueblo |
Salamina es un destino perfecto. Un pueblo de ensueño donde uno podría desconectarse completamente. Las personas son amables, las casas hermosas, la plaza pequeña pero muy coqueta, una iglesia suntuosa, no antigua, pero con un nivel de acabados inesperado en un pueblo de este tamaño. Un pequeño museo particular en una de las esquinas de la plaza, con mobiliario y cosas de la época de la colonización paisa, atendido por su anciano propietario, una experiencia inolvidable. Desde todos los puntos del pueblo se puede apreciar las montañas circundantes, lo que hace que cada instante uno se siente transportado muy, pero muy lejos de la gris y tenebrosa Lima, incluso de Bogotá y Medellín donde habíamos estado los días previos.
Museo del Pueblo |
Salamina es uno de esos destinos en el que las palabras sobras. Así que comparto algunas de las pocas fotos que logré recuperar.
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